
Pensemos por un segundo lo que sucede con un huevo de gallina. Para cocer un huevo son necesarias ciertas causas y condiciones básicas, como un huevo, un recipiente lleno de agua y una fuente de calor. Necesitamos, además, otras causas y condiciones no tan esenciales como una cocina, electricidad, un reloj y una mano que coloque el huevo en la cazuela. Otra condición muy importante es la ausencia de interrupciones, como que se vaya la luz o que aparezca súbitamente alguien que vuelque el recipiente.
Cada una de esas condiciones (como la gallina, por ejemplo), depende también de otro conjunto de causas y condiciones. En ese sentido, por ejemplo, es necesaria otra gallina que ponga un huevo para que pueda nacer, un lugar seguro en el que incubarlo y alimento que contribuya a su crecimiento. Ese alimento a su vez, debe haber crecido en algún lugar y haber llegado hasta la gallina. Así podríamos ir descomponiendo los requisitos indispensables hasta llegar al nivel subatómico, a través de un número cada vez mayor de formas, funciones y niveles diferentes.
Cuando se congregan todas las innumerables causas y condiciones sin obstáculo ni interrupción alguna, el resultado es inevitable. A partir de cierto punto, en este caso, el huevo acabará cocido por más que recemos en sentido contrario.
Todo esto resulta aplicable a nuestra vida y a todos los fenómenos que nos rodean, siendo todo ello el resultado de una enorme cantidad de componentes que, en su mayor parte, se encuentran más allá de nuestro control, y desafían por ello mismo nuestras expectativas y planes de futuro.
En la no-dualidad todo es lo mismo, no hay nada que no esté incluido en ella. Uno es todo. Todo es uno
Xin Xin Ming