
Los mandalas son representaciones geométricas del hombre, el mundo y el cosmos como un todo absoluto fluctuante. Originarios de la India, los mandalas son una sagrada tradición practicada por los monjes budistas e hinduístas que los utilizan como herramienta de meditación, enseñanza espiritual y como símbolo de la impermanencia de las cosas.
La estructura básica consta de una figura central (generalmente Buda o alguna divinidad cósmica) rodeada de deidades menores, elementos de la naturaleza o símbolos budistas. Cada color, forma y figura tiene su significado simbólico dentro de la escena.
Hay muchos tipos de mandalas, pero quizás los construidos con arena son los más impresionantes debido a su costosa elaboración, aparte de ser los que mejor describen "la impermanencia", un concepto fundamental en las enseñanzas budistas.
Todo comienza con "la nada". El motivo es dibujado sobre una tela vacía. A continuación los monjes mediante el raspado de un instrumento metálico relleno de arena molida y teñida de varios colores, vierten la tierra sobre el tapiz dibujando así el mandala, una tarea que puede llevarles varias semanas de trabajo.
Una vez terminado y tras su santificación, los monjes proceden a demolerlo en un acto simbólico de impermanencia. La destrucción se realiza de una forma estructurada (cada deidad es demolida en cierto orden) o de una forma caótica (el mandala es destruido por los transeúntes que caminan sobre él introduciendo así un elemento de oportunidad). Finalmente la arena que ha sido utilizada en la elaboración del mandala se vierte en las aguas de un río como acto de "reunificación" con el cosmos.
Dentro de las múltiples técnicas de relajación orientales, los mandalas de arena son un instrumento de meditación debido a la atención profunda que se necesita prestar a cada grano de arena para conseguir que adopte la forma deseada.
Los mandalas simbolizan claramente la transición natural de las cosas, el desapego hacia todo lo material. La única verdad en el mundo es que nada, absolutamente nada es permanente. Podemos afirmar por eso que los mandalas son un reflejo de nosotros mismos... proyecciones de arena de nuestro interior.
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