
Todo fenómeno y forma, incluida nuestra carne, nuestros huesos, nuestras emociones y nuestras percepciones están compuestos por distintos tipos de elementos; así es como los clavos y la madera se convierten en una mesa o el agua y las hojas en un delicioso té.
Es importante entender que el producto final formado por la suma de los elementos, no posee una existencia independiente de las partes que lo componen; creer por tanto que algo puede ser autónomo y no depender de nada o de nadie, es creer en una ilusión.
Sin papel no hay libro; sin agua no hay hielo y sin comienzo no hay final. La existencia de cada uno de esos factores depende de la existencia del otro. Esta interdependencia es la que explica que el cambio de un determinado componente -como la pata de una mesa, por ejemplo- repercuta en la totalidad del conjunto y ponga seriamente en cuestión su estabilidad. No es posible, por más que lo creamos, controlar los cambios, debido a la existencia de innumerables influencias de las que no somos conscientes; y esa interdependencia supone la desintegración de todo el conjunto. Cada cambio entraña algún elemento de muerte; y el día de hoy evidencia la muerte del ayer.
...Todas las cosas compuestas son impermanentes.
No hay en la creación (ni en el plano físico, ni en el imaginario, incluida nuestra mente) absolutamente nada que exista de manera independiente, permanente y pura. Todo lo que existe depende de la existencia de alguna otra cosa, por tanto podemos decir que no hay nada en el mundo que perdure para siempre. Las cosas pueden durar durante esta existencia o incluso durante la próxima generación, pero acaban desvaneciéndose mucho antes de lo que suponemos.
El cambio es natural e inevitable, por tanto no hay modo alguno de evitarlo. Convendrá recordar todo esto cuando nos sintamos desbordados por alguna situación personal. En ese caso nos ayudará saber que más pronto o más tarde, desaparecerán las causas que provocan esta situación, y con ellas se desvanecerá también nuestra desesperación. Todo está sujeto al cambio.
Si recordamos el cambio y la impermanencia de causas y condiciones tanto positivas como negativas, podremos usarlas en nuestro propio beneficio. No olvidemos que la riqueza, la salud, la paz, la alegría o la fama son tan impermanentes como sus opuestos.